HISTORIA DE
BANDAS MARCIALES
Para los más
ortodoxos en bandas marciales, escuchar canciones como el conocido San Juanero;
Ajena, de Eddy Herrera; El Mecánico, del maestro Edmundo Arias; No y no, de Los
Panchos; Te Olvidé, de Los Melódicos, sería un completo despropósito. Pero para
bandas como, Ciudad de Medellin, y Guardia Real de Antioquia, entre otras,
hacen parte de su más reconocido y admirado repertorio. Estas bandas han venido
imponiendo un nuevo estilo, que ha desplazado al bombo, los platillos y el
redoblante de los papeles protagónicos.
Ahora, las
bandas emanan de sus instrumentos la infusión de la fiesta mientras que los
ritmos tradicionales y escasos de la bandas marciales van quedando relegados y
destinados casi exclusivamente al acompañamiento de los oficios religiosos, “ y
como Medellín es ahora más urbana, estas bandas han tendido a volverse más de
pueblo, pero aún siguen vigentes para animar la semana santa y otras
celebraciones”, comenta el profesor de música Oscar Fernández.
Desde hace
aproximadamente quince años, las bandas musicales han empezado a imponer esta
nueva tendencia que, según explica Brand Arango, presidente de la banda Emblema
Monumental de Antioquia, se inició en Bogotá. “En Colombia ha habido una
evolución de las bandas de marcha y la que se quede atrás ya se perdió de lo
rico de esa evolución. A las bandas de guerra, o marciales, les fueron metiendo
instrumentos de percusión, y se convirtieron en músico-marciales con los
instrumentos de percusión latina o menor. Luego se incluyeron los instrumentos
de viento”, anota Arango.
Explica
Arango que los instrumentos de percusión latina los componen el timbal, las
congas, los bongoes, panderetas y güiros; y los de viento corresponden a la
trompeta, trombón y saxofón. Las bandas “show” contienen además de los
anteriores, instrumentos estáticos como organetas, baterias y bajo eléctrico.
“Esa es la
categoría más elevada y nosotros vamos hacia allá”, apunta Arango. Las
categorías anteriores a ésta son, en su orden marcial, músico- marcial
(percusión latina), semi-especial (todos los instrumentos de la anterior más
trombón y trompeta) y la musical, conformada por todo el conjunto de los
instrumentos nombrados, “más todos los de viento que puedan existir”.
Sin embargo,
no todas las bandas pueden acceder a toda la variedad de instrumentos que se
requieren para hacer parte de tal “evolución”. “La gente de aquí empezó a
decir: vamos a musicalizarnos; pero sin mirar las consecuencias. Las bandas de
los colegios bogotanos son de estrato cuatro, cinco y seis, donde ellos dan la
dotación completa, mientras que aquí el 90% son privadas y les toca conseguir
los instrumentos a punta de la venta de empanadas, tamales, rifas, “tapaos” y
de cualquier aporte que puedan dar los muchachos”, señala Tobón.
Esa es otra
de las causas para la extinción de las bandas marciales. Las que pueden, van
dejando atrás las botas y zapatos de charol, la boina, el casco, los sacos, las
faldas de pliegues, las chaquetas de botones dorados, y se van abriendo paso
los tenis, los uniformes más deportivos y las gafas, como en el caso de Emblema
Monumental de Antioquia. Cuenta Arango que “las gafas fueron una copia. Lo
bueno hay que copiarlo. Alguna vez vino una banda show de Bogotá, y nos pareció
muy bueno”.
No obstante,
los ritmos marciales aún permanecen y, como afirma Fernández, “todavía hay
mucha acogida sobre todo desde las parroquias y los pueblos, como para las
procesiones y eso siempre va a existir y siempre van a llamar la atención”.
Aunque también “éstas tienden a quedarse en el pasado, porque las nuevas
generaciones están escuchando otras cosas y están acostumbrados a otro tipo de
sonidos”, añade.
Si bien lo
que antes movía a que los niños dejaran sus tareas a medio hacer, las mujeres
dejaran a la suerte la leche en el fogón, o que los hombres suspendieran la
mecánica de domingo, era el estruendoso sonido del bombo que al ser golpeado
con una maza a cada lado del gran instrumento hacía vibrar los vidrios de las
ventanas con una resonancia tal que parecía penetrar al cuerpo.
“Eso era a la
que más duro tocara. Incluso a las tamboras se les quitaba la tapa de abajo y
las macetas eran unos palos grandes y gruesos, que no hacían sino hundirles la
superficie”, recuerda José María Tobón, quien ha dedicado más de dos décadas de
su existencia de las bandas.
Indica
Fernández que los nuevos estilos “han incluido ritmos, melodías y hasta un show
distinto. Antes se preocupan solo porque el ritmo fuera muy marcial, muy
militar: tran, tra, tra,tra, tra, tran, tratatra, tan, tan... ya la música que
montan es más tropical.” Merengue, boleros, salsa y porros hacen parte de su
nuevo repertorio; sonidos que incitando al baile le han otorgado esa nueva
cualidad a esta clase de grupos musicales, “y con eso las bandas dieron un paso
gigantesco. La gente dice que eso es como una orquesta andante. El único que no
han podido meter, y ojalá no lo hagan, es el reggaetón”, concluye Tobón
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